domingo, 4 de noviembre de 2012

Tertulias estivales sobre "la cosa" (publicado en Viva, costa occidental. Agosto 2012)

Como tantas noches, mi amigo José apenas levantó los ojos del plato para sentenciar: “en época de vacas gordas, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades…”. Azorado por la atávica unanimidad del pequeño grupo, no acerté más que a una débil protesta. Me dormí rumiando dónde ha ido ese dinero de las “vacas gordas”. La capacidad económica de los ciudadanos suele analizarse en base a variables como el Producto Interior Bruto (PIB) y el salario. Pues bien, durante el periodo 1995-2005 España experimentó un aumento del PIB superior a la media de la Unión Europea (las llamadas vacas gordas). Pero, ¿quién se ha beneficiado verdaderamente de ese aumento de la riqueza? En esas fechas, los beneficios empresariales crecían más de un 70% en nuestro país, mientras se reducía el salario medio un 4%, según la OCDE. El porcentaje de ciudadanos por debajo del umbral de pobreza no ha parado de crecer desde 1995, alcanzando el 25,5% en 2010 (Eurostat, 2012). Es decir: las vacas gordas han existido, pero a las familias nos ha tocado poca leche, a costa de un sobrealimentado sector empresarial. Seguramente, mi amigo José rebatirá que las familias españolas, más allá de sus ingresos, han derrochado crédito bancario, creando el grave problema de endeudamiento que nos ha traído a esta situación. Hay mentiras que, a fuerza de ser repetidas, parecen verdades. Achacar el endeudamiento español a la economía familiar es olvidar que sólo el 25,5% de la deuda privada de nuestro país pertenece a los hogares, alcanzando un 74,5% la de las empresas, según datos del Banco de España. Esto revela con claridad quién “ha vivido por encima de sus posibilidades”: las empresas, no las familias. ¿Por qué, entonces, continúa defendiéndose lo contrario? Este eslogan y sus secuelas (“ahora somos pobres y además lo merecemos”) no son casuales. Engarzan de modo preciso con el acervo cultural judeocristiano, conectando con nuestras más profundas creencias y sentimientos de culpa. Conscientes, los poderes fácticos repiten el mensaje como una letanía generando un contagio de desinformación para el secuestro de voluntades. Su difusión resulta segura, multiplicadora. Mi amigo José no es un tonto ni un malvado; está manipulado hábilmente, como la mayoría, con un solo fin: Facilitar el cambio hacia un modelo neoliberal radical que aumente los beneficios empresariales. David D. Fdez. Calderón.

miércoles, 18 de julio de 2012

Miedo y sociedad (publicado en Viva edición Huelva)

En las dosis adecuadas, el miedo es un narcótico tan potente como la adormidera. Como instrumento para la persuasión y el control social, el miedo ha sido utilizado invariablemente por el ser humano en todos los periodos de la historia. Para su inoculación se ha recurrido a poderes superiores, difícilmente comprensibles para el ser humano, con capacidad para producir peligro (posibilidad de pérdida). La religión y la superstición son instrumentos comúnmente usados. Cuenta Marvin Harris que a principios del siglo XIII a.C., los nómadas israelitas se sirvieron de la prohibición divina para evitar la crianza del cerdo, un animal escasamente productivo en sus hábitats áridos. Con el temor al castigo divino, se potenciaba la preferencia por especies más adaptadas a las altas temperaturas y que no competían por los alimentos con el hombre, como vacas, ovejas y cabras. Resulta bien conocida la importancia de la sal para el hombre en todos los periodos de la historia. El término salario deriva del pago en especie que se hacía a los soldados romanos. Entonces, el control de las salinas constituía uno de los objetivos militares preferentes. En ese periodo, Plinio cita ya numerosas supersticiones en torno a la sal, algunas de las cuales han llegado hasta nuestros días. La joven ciencia también se ha utilizado desde su nacimiento como poder superior con capacidad para infundir miedo. Con la epidemia del VIH iniciada en los años 80, la OMS definió a los homosexuales, junto a los inyectores de drogas, como uno de los denominados grupos de riesgo. Paralelamente esta organización mantenía a la homosexualidad en su lista de enfermedades mentales, mientras que la Asociación de Psiquiatría Americana la había retirado sólo unos años antes. Las principales instituciones sanitarias del mundo relacionaban oficialmente homosexualidad, SIDA y enfermedad mental. El impacto emocional a la sociedad de la época engendró un estigma que llega hasta nuestros días. Ahora es más difícil identificar a los grupos de control, que denominan mercados, pero los métodos de poder no han cambiado. La ciencia económica, tan hermética a nuestra comprensión como Dios o la superstición, funciona ahora como poder supremo para inocular certezas condicionadas de peligro futuro. Si antes se difundían amenazas divinas sobre los porcófilos, mala suerte sobre el despilfarro de sal o enfermedad y muerte sobre homosexuales o consumidores de drogas, ahora los medios de comunicación repiten como una letanía inminentes advenimientos de ruina y hambre. Y nos advierten: eso o renunciamos a los logros básicos de nuestra civilización: una sanidad, vivienda, empleo y educación de calidad y para todos. Cenizas de una época del bienestar que hemos dilapidado por nuestra mala cabeza. Ah, la culpabilidad… dejemos ese asunto para otra tarde. David Domingo Fernández Calderón.

lunes, 9 de abril de 2012

La generación perdida. Publicado en Huelva Información de 5 de abril de 2012.

Los últimos niños del baby boom, los nacidos a mitad de los setenta, pertenecemos a la denominada desde diferentes sectores sociales generación X o generación perdida.
Nacimos de la mano de la democracia, y crecimos en volandas, a hombros de las ansias de libertad de la generación de nuestros padres. Una sociedad lúdica e hiperactiva que comenzaba a desdeñar a la pesada intelectualidad de la época, tardó poco en colocarnos etiquetas perezosas: Quién lo tiene todo no luchará.
Es cierto que la historia es un péndulo, pero tarda más de una generación en oscilar de un extremo a otro. Nos pusieron límites, pero, sobre todo, nos dijeron: piensa, elige, cultívate.
Más del 50% de mi generación fue a la Universidad, enarbolamos el tempus fugit, el carpe diem, el hedonismo mediterráneo y autocomplaciente. Más del 80% de mi generación no encontró un trabajo acorde con su formación.
Hemos vivido (y cargado sobre nuestros hombros) la crisis de los valores, la epidemia de la heroína, la crisis del sistema educativo, el paro, el estigma de los grupos de riesgo del VIH, el botellón, el vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos, el boom de la cocaína, la burbuja inmobiliaria, la crisis (estafa) del 2008…
Pero también la caída del muro de Berlín, el nacimiento de la sanidad pública, gratuita y universal; la lucha por el 0.7% para la cooperación al desarrollo, la entrada en Europa, el nacimiento del movimiento asociativo, la lucha contra el chapapote, la liberación de la mujer, la lucha contra la guerra de Irak, el fin de ETA, la atención a la dependencia...
Me sentí orgulloso cuando nuestros mayores empujaron para echar al gobierno de la OTAN, del GAL, de la corrupción y el pelotazo. Me sentí orgulloso cuando salimos a votar en masa para echar al gobierno sin oídos que nos metió en Irak, al que vendió nuestro futuro para crear una burbuja que acaba de explotarnos en las narices. Y también me he sentido orgulloso de no apoyar al gobierno que, bajando la cabeza ante la Europa del libre mercado, nos traicionó comenzando el desmantelamiento del estado del bienestar con la connivencia del que ahora le releva.
Pero la historia es un péndulo, y aunque tarda en oscilar de un extremo a otro, ha pasado el tiempo suficiente. Durante años, los poderes fácticos han ocupado de forma subrepticia organizaciones políticas y medios de comunicación. Han empujado de forma constante y segura y ahora asaltan la despensa para desmantelar el estado del bienestar.
Tampoco esta vez vamos a quedarnos quietos. Hemos parido el 15-M, asambleario y apartidista, pero eso no nos ha impedido (siempre nuestro olímpico relativismo) acudir a la llamada de los sindicatos mayoritarios para ocupar la calle. Hemos estado en las tres manifestaciones y estaremos en la huelga general del 29M pero, sobre todo, hemos descubierto algo. Los poderes fácticos y sus herramientas de control (partidos y medios de comunicación) sólo se alimentan de dos fuentes: nuestra compra y nuestro voto. Sabemos, por tanto, que todo depende de nosotros. Nos educaron, sobre todo, para pensar, elegir, cultivarnos. Quizás el futuro nunca nos perteneciera, pero el presente es nuestro. No desaprovecharemos esta oportunidad.

David Domingo Fernández Calderón

lunes, 20 de febrero de 2012

Reforma Laboral: un paso más hacia el liberalismo económico radical

La raíz más profunda de toda desigualdad es que, a partir de un límite, el capital acumulado por un individuo o una organización se convierte en poder ilegítimo. Ese es el medio con el que actores no autorizados transforman a la sociedad para obtener más capital (y más poder ilegítimo).
Mediante su capacidad de influencia en el aparato público, estos poderes generan las condiciones para la aceleración exponencial de la desigualdad social.
Sin embargo, es cierto que, a golpe de crisis, hace un tiempo que estos lobys comprendieron la necesidad de hacer sostenible el mercado. Comprendieron que si matas al borrico te caes al suelo. Pan y agua a intervalos regulares: estado del bienestar.
Pero hay demasiada competencia para cada vez menos atalayas. Así que el nuevo capitalismo de ficción ha reinventado la vieja falacia del sueño americano: Por cada mil burros que caigan, doscientos se creerán corceles. Más rápido y más lejos. Han vivido por encima de sus posibilidades, se han entretenido demasiado. “Ahora les toca trabajar para ganarse el puesto”: reforma laboral.
Esta reforma laboral, como la anterior, insiste con natural intencionalidad en el error fundamental que nos ha llevado (a los pollinos) a la crisis: el capitalismo.
Pero alguien dijo que el mundo es de los resentidos, y nos hemos levantado. Ahora ya no se trata de porqué luchar, sino cómo.

David Domingo

Razones para comenzar la lucha contra la Reforma Laboral

La pérdida de derechos contenida en La Reforma Laboral impulsada mediante el Real Decreto-ley 3/2012 puede resumirse en un solo punto: por razones económicas, técnicas, organizativas o de producción, la dirección de la empresa podrá realizar modificaciones sustanciales de las condiciones de trabajo (jornada de trabajo, distribución del tiempo de trabajo, remuneración y cuantía salarial, sistema de trabajo y funciones) y suspender el contrato o reducir la jornada (artículos 12 y 13 del Real Decreto-ley 3/2012, de 10 de febrero, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral).
Caso práctico: En el ejercicio 2012-2013 tu empresa ha obtenido beneficios, pero durante los últimos nueve meses los ingresos han bajado respecto al mismo periodo del año pasado. Desde Dirección te comunican que tu sueldo se ha reducido a la mitad. Si no aceptas, te despiden con una indemnización de 20 días por año trabajado.
¿Necesitas más razones para comenzar tu lucha contra esta Reforma Laboral?

Preguntarás que qué puedes hacer tú. Expresarte, opinar, levantar la voz, proponer, participar, votar, manifestarte, usar tu dinero con inteligencia, desobedecer, elegir...

Somos muchos. Pueden dirigir nuestro futuro porque saben hacernos creer que no podemos hacer nada.

Yo propongo la creación de una red social en la que, mediante procedimientos asamblearios, se organicen estrategias colectivas de ataque a los lobys económicos que han organizado la estafa a escala mundial de la que somos víctimas. Algunas de las medidas de ataque podrían ser: retirada masiva de efectivo en entidades bancarias concretas, negación a la compra en multinacionales, bajas masivas en compañías de telefonía o televisión, apoyo a cooperativas locales, etcétera.

¿Qué se te ocurre?

martes, 17 de enero de 2012

Conclusiones

Una piedra
guarda una configuración esencialmente idéntica
a la de un soneto, un colibrí pico espada
o una chapa de cerveza.

Después está el tiempo,
milpiés que avanza invariablemente
en todas direcciones y sentidos
embutido de la lógica de los sueños.

Y tenemos la muerte:
folie a tout le monde
gancho de todos los hilos.

Pero, al cabo: la conciencia
Piedra, chapa, colibrí, milpiés que avanza invariablemente
Muerte.