lunes, 9 de abril de 2012

La generación perdida. Publicado en Huelva Información de 5 de abril de 2012.

Los últimos niños del baby boom, los nacidos a mitad de los setenta, pertenecemos a la denominada desde diferentes sectores sociales generación X o generación perdida.
Nacimos de la mano de la democracia, y crecimos en volandas, a hombros de las ansias de libertad de la generación de nuestros padres. Una sociedad lúdica e hiperactiva que comenzaba a desdeñar a la pesada intelectualidad de la época, tardó poco en colocarnos etiquetas perezosas: Quién lo tiene todo no luchará.
Es cierto que la historia es un péndulo, pero tarda más de una generación en oscilar de un extremo a otro. Nos pusieron límites, pero, sobre todo, nos dijeron: piensa, elige, cultívate.
Más del 50% de mi generación fue a la Universidad, enarbolamos el tempus fugit, el carpe diem, el hedonismo mediterráneo y autocomplaciente. Más del 80% de mi generación no encontró un trabajo acorde con su formación.
Hemos vivido (y cargado sobre nuestros hombros) la crisis de los valores, la epidemia de la heroína, la crisis del sistema educativo, el paro, el estigma de los grupos de riesgo del VIH, el botellón, el vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos, el boom de la cocaína, la burbuja inmobiliaria, la crisis (estafa) del 2008…
Pero también la caída del muro de Berlín, el nacimiento de la sanidad pública, gratuita y universal; la lucha por el 0.7% para la cooperación al desarrollo, la entrada en Europa, el nacimiento del movimiento asociativo, la lucha contra el chapapote, la liberación de la mujer, la lucha contra la guerra de Irak, el fin de ETA, la atención a la dependencia...
Me sentí orgulloso cuando nuestros mayores empujaron para echar al gobierno de la OTAN, del GAL, de la corrupción y el pelotazo. Me sentí orgulloso cuando salimos a votar en masa para echar al gobierno sin oídos que nos metió en Irak, al que vendió nuestro futuro para crear una burbuja que acaba de explotarnos en las narices. Y también me he sentido orgulloso de no apoyar al gobierno que, bajando la cabeza ante la Europa del libre mercado, nos traicionó comenzando el desmantelamiento del estado del bienestar con la connivencia del que ahora le releva.
Pero la historia es un péndulo, y aunque tarda en oscilar de un extremo a otro, ha pasado el tiempo suficiente. Durante años, los poderes fácticos han ocupado de forma subrepticia organizaciones políticas y medios de comunicación. Han empujado de forma constante y segura y ahora asaltan la despensa para desmantelar el estado del bienestar.
Tampoco esta vez vamos a quedarnos quietos. Hemos parido el 15-M, asambleario y apartidista, pero eso no nos ha impedido (siempre nuestro olímpico relativismo) acudir a la llamada de los sindicatos mayoritarios para ocupar la calle. Hemos estado en las tres manifestaciones y estaremos en la huelga general del 29M pero, sobre todo, hemos descubierto algo. Los poderes fácticos y sus herramientas de control (partidos y medios de comunicación) sólo se alimentan de dos fuentes: nuestra compra y nuestro voto. Sabemos, por tanto, que todo depende de nosotros. Nos educaron, sobre todo, para pensar, elegir, cultivarnos. Quizás el futuro nunca nos perteneciera, pero el presente es nuestro. No desaprovecharemos esta oportunidad.

David Domingo Fernández Calderón